miércoles, mayo 20, 2009


diana poblet/ poeta, traficante de palabras/buenos aires/argentina
























Prontuario


la que amó sin el hasta
y lloró en la calle
desmedida
sin pausa
desquiciada
desierta

habitó bosques
acicaló silencios
aguardó sin fundamento
escribió como subterfugio
rezó al dios árbol
despellejó su alma

se negó a la muerte
nostálgica
montaraz
rebelde
india por opción
comarca sin dueños

que parte sin despedirse
y no acude a funerales
por no existir
palabra
ni abrazo
que calme esa ausencia

la que te ama
sin el hasta:

Yo.




Simbiosis

Escribo para que la muerte no tenga la última palabra.
Odysseus Elytis


Ahora que la pasión techó el mar
lo bravío del oleaje remuerde en la palabra anzuelo
clama y contempla cuántos pueblan este grito
la procesión fantasmal que gatilló la ausencia de Alejandra
grita presente desde un epígrafe de Juarroz
me retiene en Temuco con un verso de Neruda
hace el amor volando a lo Girondo
deja sin oxígeno en el intento por recitar a Orozco
cabalga con los mismos enemigos que Dalton
desespera y talla en el sílex de Cortázar
abruma a la salida del colegio de Santoro
aquella tarde divina de octubre cuando Alfonsina se volvió mar


Soy
la respuesta a un tiempo de marejadas
que buscó Desaparecidos con Gelman
con tácticas y estrategias de Benedetti
enciende fósforos en algunas astillas de Silsh,
cuando el vozarrón de Marcos Silber le pone pantalón largo al diminutivo,
Historia que arde en la memoria de Elena Cabrejas
la avenida que Andrea Sánchez Bozz cruzó con un taco roto
los incontables pulóveres de Jorge Estrella,
el alarido del pájaro que habita desde Graciela
lo bizarro que exuda Aldo Novelli
la bronca antiestética de Vedovaldi
el relámpago desenfreno que sostiene a Pablo Mora

Soy el insomnio militante de Cristina Castello
la nostalgia argentina made Impaglione
el bosque de abedules oculto en el catalán de Pere Bessó
la culpable de matar arañas sin cuestionar a Revagliatti
la biblioteca con nísperos de Gustavo
la pintura poética de Martinelli
la que aplaude la “tristeza delicada” de Edna Pozzi

Soy todos aquellos más nosotros
sumatoria de un dolor irrenunciable
porque este fue el tiempo que nos zarandeó sin esquives
aquí fuimos aprendices del birlibirloque
temblorosos manejadores de un fórmula 1 con destino incierto
que a veces sangró injusticias
embestimos con el gerundio gritando y en pelotas
con esta pasión que techó el mar libramos al poema
esa marejada de acantilados tan propia y tan ajena
la que conjugó mal los verbos de la ira
la que sedujo sin tul ni danza de vientre

ésta,
nuestra última palabra,
la que aún nos late sin Derecho ni amparo.



Niñez anónima


Otra vez ese dolor de bandera a media asta
en esta plaza de pochoclo y molinillos
en la desolación aburrida del subte
tu hambre ajeno se vanagloria
al lado de mi indiferencia
amputo mis ganas de hablarte
no me comprendas
ellos dirán:
el frío es porque viene el invierno
tu dolor no tiene medicina
tus mañanas llegaron muy tarde
tu escuela cerró por derrumbe
no aceptes mi vergüenza
que no te expliquen el asombro ni la calle
no acuses recibo de mi impotencia
que no te detengan estas,
mis palabras tembleques
este afán por arroparte un solo día
el cartel que contenga tu mirada de intemperies
tu soledad anciana de cuatro años
Aquí no leemos indigentes
aunque lleguen desde tu obcecado silencio
desde tu mano extendida en calendarios
desde tu rosita prensada en celofán
creo que es insoportable,
aunque tenga el color de la patria
este dolor de bandera a media asta.



Rosal


Encontré una espada
la enterré en el patio
mis hijos la regaron
una mañana
su perfume trepó mi ventana

extraña flor
de espinas metalizadas
y pétalos rojos.

Ellos creen invencible
a esta rosa
pura sangre.



Lo Inexplicable


Quería hablar sobre aquel día
cuando la playa era una esponja de arena
y los castillos aún eran posibles
cuando mirar el horizonte era abarcarlo
saboteando cormoranes desprovistos
obteniendo a cambio silencios quebrados
por la inconstancia del mar
todo bucólico y sin nubes
abundante bronceador y Cien años de soledad
disfrutar mi último verano
después la universidad y su tiranía temporal.

Alguien llegó corriendo y dijo que estabas muerto,
vos y todos mis amigos
los de la secundaria
mis amados pescadores de sueños
picaneados
quemados con cigarrillos
naturalmente muertos
de muerte natural
y el mar se puso rojo
y la playa fue una esponja de angustia
y los castillos ya no fueron
y el horizonte aún es inabarcable.

Quería hablar sobre aquel día
y su falseada bisagra histórica.
Tengo un frasco de luciérnagas
para iluminar la noche que llevo encima.



Declaración


Cuando sonreí
debí decir que te amaba
pero ocurrió todo aquello
casi graniza y al final fue sólo llovizna
cayó el muro que no era de Berlín
se derrumbó un murallón de silencio
un pájaro anidó en la estatua de Mariano Moreno
de tu mano brotó una pluma
tu boca abrió las compuertas del olvido
las bombas de Irak continuaron cayendo
los niños pedían monedas
crucé un gato no tan negro
una columna de piqueteros con banderas
y dos perros del baldío
perdí el 60 por incredulidad
tu banco insistía en solitario
el lustrabotas perfumó la tarde con betún
tu voz sugirió un no importa
mi palabra pulsó el silenciador
grotesca me atraganté con letras sin sonido
en ese momento no se movía ni una hoja
fue imperceptible la mirada empañada
ese limpiaparabrisas del ojo
y cuando apenas sonreí
debí decir que te amaba.



Sin otra alternativa


Sólo adentro de un poema de Cortázar
o en los atados de alcatraces pintados por Rivera
tal vez hasta en alguna Biblia con hojas de papel arroz
o en un vuelo repentino de flamencos hacia el noroeste
ante la verticalidad de la pregunta que acarree el sofoco de la pérdida y,
cuando tu espalda fuese el horizonte.
Sólo allí, aceptaría mi naufragio.



Parque Lezama


Rozar el espacio entre la nube y el ojo
incrustar esplendor en lo profundo
permanecer ajenos un sábado cualquiera,
habitarnos desde lo profundo
trepar la tarde desde viejos troncos
abandonarse en el instante sutil que posee la transparencia de la gota
amortajada la bestialidad del noticiero
sin que llegue a demoler la acidules de su palabra

libertario nuestro ojo raja los cielos, toma carrera
sin detenerse en los brotes del ramaje
empina la rugosidad de las tipas amarillas
cambia de árbol y embiste
repleto el asombro
secuestra todo el silencio de este banco
conecta al Universo sin redes ni telefónicas.

Soy, esa quietud sin nombre.



Tomar la palabra sin pinzas

A Cristina Castello, por Palestina


Desprovista de raso y cubierta de alpatacos
que no se detenga la que habla desde adentro
la que instala panfletos en el alma y supura el grito
que no se detenga.

Que sea Palabra corajuda, lumbre y malón
que no amaine su cultrum de ira callada
sólo el respeto por escudo y ahora libre,
que no se detenga.

Dejarlos al borde del abismo donde habiten buitres
que no puedan los insultos con tus corceles ni breteles
que se fuguen los hipócritas y permanezca la Memoria
que no se detenga.

Templada tu ira, borrón de papel, noche del universo
impotencia estaqueada en la pared de la tráquea
sin abismo ni lágrima, sin alaridos, sólo escribe,
que no se detenga.

Que ningún dios mutile tu grito por aquellos
que ya no pueden ni rezar.