jueves, junio 12, 2008

concepción bertone/ poeta sutil/ rosario/ santa fe



























Selección poética


Marcas de agua

a mi nona Concepción, in memoria


Marcas de agua del ser gentil que trama
en la piel la textura y en los ojos
el mismo tinte, el tono que ascendiente
convino a mi mirada y a mi vida
sin tersas luces, sin la caricia fría
de la más tersa luz.

Cómo decirla.
Si en la ternura hija de la esquirla,
no de la esquirla como imagen vana
sino de la real, la verdadera
parte del hueso leso y lacerante
se yergue, se rehace, se repara
como hueso en el yeso,
como escara
que ha cosido la herida con un tajo.

Ella soy yo.
Su sino su manera, su don
y su carencia. Los de afuera
de palo, y los de adentro
de su entraña. Huésped
pequeña de su instante, grave
raíz de su prodigio: ese momento
dove ancora tu estás. Y yo me encuentro
con tu ser de mi ser. En ese traje
de tu ser
que me cabe como un guante.

(Del libro inédito Los bienes debidos)




CAMPANA Y YO


“Por amor del poeta, puerta
abierta de la muerte” la noche,
tu cerrada voz. La entrada
a tu alma, morada mía
a esa hora sin sueño ni sueños.
¿Quién apaga el amor
así en nosotros? ¿Quién
es quién? Preguntabas
a la Madonnina del puente, o a la gente
muda, mudándose en la desnuda luz
de semblante. ¡Abajo los espías!
¡Que mueran los rufianes! Gritabas.
En vano como una aldaba llamo
a una puerta que da a ninguna parte
y como un arte secreto, sobrevivo
a otra noche. Filo de hacha
o hilo de seda...
¡Abajo los espías! ¡Que mueran
los rufianes! La pelea
hasta quemar la sangre, frita
la gota errante por las venas
“Que desgarrante sube: el río se pierde
en la arena dorada (…)
Y ya las cosas no son más”.

¿Qué son las cosas ahora que
las cosas lo son todo
para los que nada son sin las cosas?
¿Dónde la “encorvada sombra
del humano trabajo”? ¿Quién
apagó el amor así en nosotros?
Y la luz del puente
de la Madonnina doliente
también. Y gritas todavía
¡Abajo los espías! ¡Que mueran
los rufianes! Pobre,
casi desnudo, Divino Dino,
junto a la arcada de via Strozzi,
antes y después de la cárcel, los muros
de la locura, de la mente mudándose
hacia las fuentes que saben
que no hay dulzura semejante
a la de la muerte. Mas no para mí. Otra
suerte por azar o destino quiero, y sentir
que me muero si me muero. Que me vivo
como un arte secreto. Y con mi estilo
sobrevivo a otra noche.

(De Aria Da Capo, 2006)




ALGO DE ALDO Y GLOTICA MIA

Para Aldo Oliva


Yo estuve ahí
pero no vi las patas en la fuente
-me dijo-. Pero ahí estuve. Fugaz
se iba en la diatriba del dolor
injurioso y violento. Diávolo,
diábolo, diantre diamantado. Yo
estuve ahí,
me dijo. Joven,
desprolijo, pero joven,
desordenado pero joven, cuando ahí
estuvo. Y no había Dios,
y no hay, y no habrá. Un ángel
malo, puede ser
que hubiese. Pero no un Dios, mas
sus reses, quizás. Yo no era
un eral, pero era
joven y ahí estaba. La gleba
y yo, siempre. Siervo
de la tierra sí, aterronado sí,
simiente y seminal sí, pero
nunca vendido ni vencido
en la mente donde todo se gloria
según se glosa. Yo
estuve ahí
pero no vi las patas en la fuente.

(De Aria Da Capo, 2006)



“Hoy se besa, mañana no se besa”

Para Marta Cwielong

¿Por qué a nosotras nos cuesta tanto todo?
Me dijiste.
Por qué jamás
la copa llena, el vaso pleno. Pletórica
en la vena, en la cavidad palpitante
ni siquiera del corazón, sino
del camino que lleva al corazón
_ese destino de la sangre que va
rumbo a la bomba nunca desactivada, al hueco
del pecho donde algún día
estallará mi historia, en memoria de los míos
casi todos idos así_. Quizás
antes de ese momento sin solemnidad, ligero
en la bondad del alma, antes
que el reguero de pólvora devore su llama,
me sea dada la réplica.
Y tu pregunta se responderá sola
en la expansión de la onda. Porque
todo en la vida se nivela, recibe la retribución secreta,
recompone la misma balanza su fiel. Restituye
el nivel, el equilibrio por un momento roto.

La altura cae, la bajeza asciende,
un mundo plano se impone. ¿Qué caricia
vale un abrazo?. ¿Qué valor tiene el error
si no se vuelve
-en el sumo dolor- suma experiencia? Y
empero no sume, no alcance. No sé
más que la gracia que conoce la piel,
y no recoge el rencor
como su tienda, el árabe, cuando se aleja. “El amor
es eso que estás viendo, Marta:
hoy se besa mañana no
se besa”

(De el libro inédito Los bienes debidos)






CITA


Me he emboscado en antiguas cartas de amor
pero no hay “un bosque tan santo
que no pueda ser talado” dicen
las manos que han despejado la tierra
alrededor
de los pálidos narcisos. Yo soy esa ballena
arponeada en el Ártico de una vida anterior
que aún cruza esta agua, terca,
busco el armiño de otro polo, blanco
en invierno, pardo en el verano, salvo la punta
de su cola negra, en cualquier estación. Allí
te aguardo.

(De Citas)



EL BAÑO


Lo bañamos juntas. Adjuntadas
diría él
asociando la limpidez
y las manos. Lo bañamos
o él se dejó caer
en la caricia tibia del jabón. En la piel
replegada en los pliegues del cuerpo
peso muerto del amor. En lo infuso
de la infusión de una gracia
de agua lustral. La falacia
de un Jordán lustratio. Lustración
que purifica ¿qué?. Nada
más la delicia
finalmente hallada
en las antes obligadas Furias del aseo:
esa pavada social . ¿A qué olemos si
no olemos a nosotros? Hubiese dicho
pero no dijo
nada y se dejó
caer en el ligero vaho del vapor de las antes
acerbas Sierpes de esa fuente
que ya no fueron más. Entonces,
él paladeó el instante. Esa
ablución sumida del Instante
en la pleura
de una cavidad límpida
de porcelana
en la bañadera. Blanca
la toalla
enjugó su dicha, el placer
empero
en el antes reniego del placer. Zulema
le cortó las uñas de los pies. Recuerdo


su cuerpo sumergido
en el recuerdo amoroso del agua
y sus palabras: “Nunca me sentí
tan bien, quisiera dormir
mucho tiempo…”


Después, acostado
en el cuerpo perfumado
se ensoñó. Se fue
durmiendo en el cuerpo
de un sueño pernoctado
y limpio de otra noche. Aseado
de otro día. El instante
“en que brilla y muere
en una flor rápida …( momento fulminante)
(resplandor fulgurante)
sobre alguna transparencia de éter”
la presencia. Todo
aquello que cuando cesa
se presenta. Brilla
para extinguirse y
más se vive
para extinguirse. Y no.

(De Aria Da Capo, 2006)




TRILCE

a Carlos Berrini, en memoria

El olor de los libros en la trastienda
desordenada como la añoranza, el caos
de recuerdos que tantean
lo arrumbado en nosotros, polvoriento
como el pueblo de un western, la amistad
que nos reúne en ella casualmente
sobreentendiendo el día, cierta hora.
Próximos como el río
y las esloras con las rodas enjutas
del silencio
ese lugar humano del pasaje
es un muelle fortuito. Amarras. Bitas.
Y el casco entresoñado de ese barco
que navega a la sirga de la niebla
son certezas del viaje postergado,
la esperanza del mar que
fue el pasado
y el minuto presente donde escora
y se hunde este día
lentamente.





MEETING

Bastó vernos por un instante para saber
que nos habíamos amado antes
del primer pogrom y ardido
por última vez en el horno
que nos unió para siempre
en una misma llama. Bastó
esa mirada, ese gesto
que se calcinó
y ascendiendo
indefenso humo negro
de carne inseparable
aún palpitaba.

Orgasmo de ceniza, más
lo remueve el tiempo, más
lo atiza.

(del libro Citas)

miércoles, junio 11, 2008

rosabetty muñoz / poeta de la tierra / ancud / chile























En nombre de ninguna
Selección poética


Esta, la de la foto, es la misma que jugaba con su muñeca
todo el día y en la noche la arropaba para que no sienta
frío ni miedo. Se resistió a tirarla cuando perdió un ojo.
Siguió negándose cuando cayó sobre la estufa y se quemó el
brazo de goma. Y cuando se le apelmazó el pelo. Y cuando quedó
con una sola pierna.
Es la misma. Sin señales de pena, posa con los restos del recién
nacido sobre los trapos con los que limpió el piso.







Cuando cayó su muñeca al pozo séptico a ella misma le
cubrieron la nariz con un pañuelo impregnado de colonia
y la bajaron amarrada de la cintura para rastrear
entre la mierda de los suyos. Después tuvo que refregar el amasijo
de plástico y sacarle brillo a los ojos de vidrio. Y después
lavar la ropa, lavar la ropa toda, toda la ropa. Y todavía más
tarde, escarbar con una astilla debajo de las uñas donde el olor
se concentró para siempre.







Me acuerdo del día que vinieron a pedir mi vestido de
primera comunión. Permanecía guardado, envuelto
en un género también blanco porque lo habían bordado
las monjas del hospital y mi mamá demoró meses en pagarlo.
Fui con ella al velorio y ahí estaba. Arriba de la mesa
habían instalado una silla y, entre cojines, acomodaron al angelito
con mi vestido puesto. Aunque le arreglaron el pelo con
mi toca de flores rosadas, igual uno se daba cuenta de la verdad
por su cara de cera con los ojos cerrados y los labios violeta. Parece
que le habían pintado dos círculos encarnados en las mejillas.
No lloré por el miedo a morir, como pensó mi madre, sino
por el olor a entierro, cómo iba a sacárselo.







Y ésta es la Bernarda. Ella leyó en el diario una noticia
sobre el asunto de las guaguas botadas en basureros públicos
y se le contrajo de golpe el vientre vacío. Reclamó
en el juzgado al Primer Niño para acunarlo muerto, le puso
de nombre Aurora y lo enterró en un lugar sagrado para tener
dónde ir a dejarle flores. La tumba que compró es amplia para
que vayan llegando sus hermanitos.







Basura

Ahora tenemos aquí
una bolsa negra que contiene un niño.
Sabemos que sufrió.
Que se retorcía.
Que se le pegaba el nailon
en la abertura de la boca.
No alcanzó a reír.
No alcanzó a colgar
de la ternura de un pezón.



Boca de Río

Ay del cuerpo abierto en canal
despojado de su niño
en operación de urgencia
(sobre la mesa de la cocina).
Ay de la que se entierra un palillo
o un tallo de apio o una rama de espino.
Ay de la que se toma una taza de cloro.
Ay de la que se acuesta boca abajo
mientras su amiga le salta encima.
Ay de la boca de río que la contiene
y de esa agua ya para siempre turbia.
Aquel cuyo espanto le obliga a volver la vista
habrá de inclinarse y anegar sus ojos
ante la niña de vientre hinchado.
Habrá de dolerse.
Ahora no es tiempo de amarrar la lengua.